Se le ocurrió insinuar que de la frase «Salud, dinero y amor» no había nada que no tuviera. Lo siguiente fue ver bajar los euros de su cuenta, convertir al Paracetamol en el mejor de sus amigos y ver tambalearse al pilar que se había forjado a lo largo del último año.
Decidió que nunca volvería a nombrar a la felicidad en voz alta.
Aún así, me extenderé con palabras innecesarias. Por descontado, no creo en ningun dios. Llámale Dios, llámale Alá, llámale Rá, pero ninguno de ellos ha hecho nada para que siquiera me haga fan de ellos en el Facebook. Ya ves, a golpe de click y mira, no.
De pequeña me decían en religión que Jesús había dado la vida por nosotros. Y yo no entendía nada. No entendía cómo se hacía eso, dar la vida por la humanidad entera, aún sin que la humanidad te lo haya pedido. Un poco crecío me parecía a mi el tal Jesús, como quien firma un autógrafo sin que alguien se lo pida, el colmo del egocentrismo. Luego pensé que eso de dar la vida por otra persona es algo digno de admirar, pero es algo que ocurre todos los dias. Madres que dan la vida por sus hijos y que a partir de este gesto no se crea una religión. ¿Cómo es posible? Supongo que fue cuestión de publicidad y la pelotica fue creciendo como la espuma. Y todo esto sin Twitter para difundirlo. Pa mear y no echar gota (el párrafo ya estaba acabado, pero es que esta expresión me hace llorar de risa).
La cuestión es que aunque no crea en ningún ser supremo de los de túnica y Olimpo, lo cierto es que tiendo a idolatrar a un gran número de personas, de las de pinchar y sangrar. Soy super fan de personas que puedo ver y tocar todos los dias, de seres tan cercanos como la palabra estufa. De personas que ponen cuanto son en lo mínimo que hacen, que serían capaces de dirigir el mundo sin corromperse, que tengo el placer de conocer en persona o no y tienen toda mi admiración y respeto. Así como idolatro a Dalí por pintar «La tentación de San Antonio» o a Berto por su inigualable sentido del humor, también admiro sobre todas las cosas a mi abuelo por preguntarse a sus 86 años por la teoría de la selección natural. O a mi abuela, por no perder la capacidad de reirse hasta llorar. Y a una lista bastante grande aunque no por ello poco selecta.
Los dioses en los que creo son de este mundo y mis ángeles de la guarda siempre tienen los pies en el suelo, además de sexo bien definido.
No, en serio, ¿QUIÉN?? Quién ve esto y siente la necesidad de pincharle? Tengo dudas acerca de los sentimientos de mi pareja. Para asegurarme de su amor incondicional hacia mi voy a preguntarle a esta simpática aplicación que me sugiere el Messenger.
Cuánto daño ha hecho el polígrafo. Eso es (espacio de tiempo tremendamente angustioso), verdad.
Que sea admirable, y siempre le quede algo por contar. Con el que no existan los silencios incómodos . Que me haga hacer cosas que normalmente me darían pereza pero que en el fondo necesito. Con el que pueda ser casi tan yo misma cómo si estuviera sóla. Que no sea muy amable ni muy correcto ni muy normal. Que no me deje abrazarle siempre que me apetezca, que será a cada minuto que no le esté odiando. Que sea sabio, pero no en todos los campos. Que no me de la razón si no la tengo, que no me la quite si la tengo. Que no sea cansino ni bocazas. Que no sea tan perfecto como para no poder contribuir en nada con mi presencia. Que no me exija, que no me agobie, que tarde en echarme de menos. Que no se arregle más que yo. Que no sepa lo que significa la palabra exfoliar ni la diferencia entre azul aguamarina y azul turquesa, pero que reconozca que el pistacho es un color ¬¬ Que sepa decirme “pinchas!” sin que le guarde rencor. Que no pueda enumerar los motivos por los cuales me quiere, que no lo sepa. Con el que haya una complicidad aparte. Al que pueda mirar a los ojos sin bajar la mirada, pero que pueda provocar lo contrario. Que me conozca y se atreva a utilizarlo en mi contra. Que le de urticaria utilizar tópicos. Que admire la ironía y el sarcasmo. Que me ruborice mirarlo de reojo. Que no le gusten los mismos hombres que a mi xD Que no le guste al 99 % de las hembras del planeta ¬¬ Que le guste al 33% que tiene buen gusto jajaja! Que me haga llorar y reir pero no al 50 %. Que no tenga nada de eso pero que por algún motivo o por ninguno pueda quererle siempre.
Tras 30 segundos de investigación detallada de la secuencia de caracteres pienso que no es sólo un sonido gutural, sino que alguien puede estar intentando comunicarse conmigo en un dialecto forjado en lo más profundo de los internés, muy comunmente utilizado en acaloradas discusiones Youtuberianas sobre si es mejor el español de España o el latino.
Esos ojos tan inmensos y brillantes que le hacen competencia a ese miedo con cascabel que se esconde en cada rincón de tu morada.
Esos que no entienden de matices y cuyo color no osaría el mísmisimo Sabina describir en la letra de una canción.
Cuyo hilo nunca me atrevería a utilizar para coser los recuerdos rotos que siempre perseguía, por mucho que le funcionara a Urquijo.
Esa mirada que dice yo sé, yo puedo y yo quiero sin dejar de decir yo necesito y yo admiro. Ese halo de inDependencia.
Es tan grande esa luz, que atraviesa los párpados como si fuera el fotón más soberbio del mundo. Está la reflejada, la transmitida, la absorbida, y después, después está la tuya.
Después de todo caes en la cuenta de que ciertos problemas que se teñían de misticismo y profundidad, son en realidad más terrenales, cotidianos y ancestrales que la mismísima envidia. De repente un pestañeo más esclarecedor que cuantos le han precedido te dejan la visión más limpia que nunca. Y ahí están, perfectamente delimitados, perfectamente describibles y con un número fijo de culpables. Y tú no formas parte de ese número, pero siempre te habías sentido así. Ahora puedes ver que estás fuera, que toda tu preocupación e intento de compartir la culpa no ha servido para nada, sólo tú has pensado que así era.
Queda el consuelo de que aunque no puedas cambiar las cosas, las conoces, y las has vivido como si fueran tus propias equivocaciones. Dicen que conocer la historia te ayuda a no repetirla. Eso que me llevo. Tropezaré con otras piedras, pero no será con la que conozco mejor que la palma de mi mano.
¿Qué probabilidades hay de que dos personas que están hechas la una para la otra coincidan en el tiempo y el espacio? ¿Existen personas hechas para otra? Descartando que tu otra mitad haya nacido en otro siglo, antes de Cristo quizás, o después de «insertar nombre de futura figura digna de veneración«, que ya es demasiado descartar, ¿es mejor quedarse quieta o empezar ya a viajar por el mundo sin perder tiempo? ¿Hay más probabilidades de mojarte caminando o corriendo bajo la lluvia? Digo yo que si corres pillas más gotas, pero si andas tardas más en llegar a la porteria más cercana. Así que después de todo la cuestión se reduce a la distancia que esté el portal más cercano, y eso es lo único que no se nos permite preguntar. Siempre he odiado la estadística.